domingo, 11 de mayo de 2008

sábado, 10 de mayo de 2008

Nuestra lectura de « El Arquitecto y el Emperador de Asiria »

El ciclo en que estrenamos El Arquitecto y el Emperador de Asiria llevaba por título "Arrabal, un enfant de la guerre fratricide".
Fue en el transcurso de los ensayos de esta obra donde nos fuimos dando cuenta del trasfondo insoslayable que la guerra civil española impone a la comprensión de los dolores íntimos que Arrabal vomita en su teatro.

Por otro lado, el otro espectáculo de aquel ciclo, un soliloquio sobre la recopilación de sueños poéticos de La piedra de la locura, había dado precisamente la idea de montar El Arquitecto... , que consideramos como la versión escenificada de esas pesadillas.
Fue, pues, ese texto el que guió nuestra adaptación de la gran obra de Arrabal, que centramos en el dolor del niño ante la figura amada y odiada de la madre.

Ambos puntos, por muy divergentes que pudieran parecer, responden a una misma interpretación del texto.
En efecto, ¿no somos tan hijos de un país, de su historia y su cultura, como de nuestra madre?
El amor y sus heridas, el odio y sus heridas ¿no beben acaso en la misma fuente de dolor que mana de la madre o del padre y de la Madre Patria?

En un país desgarrado por un conflicto civil, sus hijos viven la guerra en sus propias casas, pues son los hermanos quienes se matan entre sí.

Arrabal, hijo de la España fratricida, encuentra en el laberinto de su tormento a un Minotauro que tiene la cabeza de su madre y el cuerpo del país fascista que lo escupió de su seno.
Como el dramaturgo que se hace acompañar de su pluma en el periplo de su tragedia, el niño Emperador encuentra en su fantoche Arquitecto y en la amiga cómplice de sus juegos al compañero delirado con quien dará menos miedo el viaje errante y desesperanzado por las lúgubres galerías de ese laberinto.

Un Arquitecto encarnado por una marioneta

Fue un largo camino el que nos llevó a la creación de una marioneta para el personaje del Arquitecto, el largo camino que nos tomó llegar a comprender que sólo un personaje de paja permitiría reverberar con fuerza la voz de un Emperador que juega y lucha consigo mismo.
Concebido como un doble del Emperador, el títere con cuerpo de escoba ha sabido encarnar con justeza y profundidad el complejo juego de súbdito y de juez que compone el personaje, un infatigable redoble de conciencia que la carne de un actor amortiguaría.

A su vez, ello ha permitido desvelar a la madre que se esconde bajo el velo de la actriz marionetista.
El juego teatral que los dos personajes desarrollan en el texto de Arrabal adquiere de este modo, a través de la manipulación directa por la figura de la madre de la marioneta-niño que encarna al Arquitecto, una dimensión más cruda y profunda que el simple disfraz que nos proponen las acotaciones del texto original.
Un juego de espejos cuya complejidad de lecturas admite su descifrado a través de la angustia de esta triple presencia y de sus monstruosas implicaciones.

El tablado

Un tablado que, con una pequeña escalera, mide 2’40 m. por 2’40 m. sostiene sobre sus tablas una puesta en escena concentrada y desbordante que aprovecha al extremo sus reducidas dimensiones.
Sobre las tablas, un arcón, un atijo de libros, un viejo tocadiscos y una bandera blanca resumen el decorado y convierten el tablado en una balsa abandonada en mitad del océano, la isla de madera del viaje imposible, del exilio a ninguna parte.

El dispositivo escénico

Un sencillísimo dispositivo escénico erige el universo de ensueño donde viven los dos personajes.
En efecto, unos elementos mínimos bastan para dibujar el cuadro del espectáculo que, como la ilustración de un viejo libro que cobrara vida, desempolva sus personajes de papel amarillento en un marco estrecho, cándido y violento, infantil y melancólico.

La iluminación

La escena, como una vieja fotografía o una antigua postal rescatada del recuerdo, está bañada por una tenue luz sepia.
Ello confiere al espectáculo el color de un recuerdo doloroso y presente, el que envolverá el juego nostálgico de unos personajes, arrastrados, como niños ante un misterioso baúl de bohardilla, a la verdad terrorífica que les aguarda en el fondo del arcón.

La música

Por último, la música de una vieja canción en el gramófono acompañará los acordes de esta odisea íntima. Son las únicas notas que amparan la soledad de los náufragos; más que un fondo musical, un lamento inmemorial y lejano que traduce desde su sombra la tragedia de un pueblo y que liga los movimientos de una sinfonía escénica orquestada por el dolor.

Así pues, como la maleta del Emperador que contiene su imperio, la isla perdida donde se desarrolla este espectáculo puede emerger en cualquier lugar.
La extrema simplicidad del dispositivo escénico y técnico permite la adaptación del espectáculo al espacio más angosto.

Fernando Arrabal, el autor

Con una obra inmensa, que comprende un centenar de obras teatrales, catorce novelas, setecientos libros de poesía y numerosos ensayos, Fernando Arrabal es, probablemente, el mayor dramaturgo español en vida, el autor en lengua castellana más representado en el mundo y uno de los más reconocidos a nivel internacional (Grand Prix de Théâtre de l’Académie Française, Premio Nabokov de novela, Premio Espasa de ensayo, Premio World Theater, Miembro de la Légion d’Honneur Française en 2005, finalista al Premio Nobel en 2005, etc.)

Nació en 1932 en Melilla y vive en Francia desde 1955. Su padre, miembro del ejército español, se mantuvo fiel a la II República en el momento del alzamiento militar del 36, lo que le valió una condena a muerte. Perdemos su pista, en el torbellino de la guerra, en las prisiones del bando nacional donde estaba encerrado.
Esta misteriosa desaparición y las sospechas del papel que la madre de Arrabal, contraria a los ideales de su marido, pudo haber jugado en esto, nutren la base de un trauma que el autor proyecta a lo largo de su obra.

En efecto, el dolor obsesivo de este episodio trágico de su infancia parece haber sido uno de los resortes más poderosos de su escritura, ya que, como dejó dicho el premio Nobel Vicente Aleixandre, "el conocimiento que aporta Arrabal está teñido de una luz moral que está en la materia misma de su arte".

Así, la historia personal y la historia social se confunden inevitablemente en su teatro.
"Mi teatro, dice Arrabal, me parece el reflejo de las peripecias del corro que me rodea y de la Historia de la Humanidad. Compruebo que sólo puedo beber en calaveras".

Nuestro espectáculo trata, precisamente, de evidenciar esta doble dimensión del drama arrabaliano en la que es, para la mayoría de los especialistas, su mayor obra maestra.

La Troupe de l’Épée de Bois

El Théâtre de l’Épée de Bois presenta la originalidad de albergar a una de las pocas troupes que, habiendo sido creada en 1968, permanece fiel al espíritu que la vio nacer.
El fundador-director, Antonio Díaz-Florián, continúa transmitiendo a sus nuevos miembros los principios que constituyen la identidad de la Troupe: compromiso artístico y ciudadano, trabajo, responsabilidad y respeto al público.
Los actores participan a todas las tareas de la vida de una troupe: artísticas, pero también técnicas, administrativas...
Los espectáculos, desde el vestuario hasta el decorado, son creados en común en el mismo teatro. Cada actor, guiado por Antonio Díaz-Florián, nutre con su sensibilidad y sus competencias la obra final.
El lugar, cuna de las creaciones, es enteramente gestionado y mantenido por la Troupe.

Para la Troupe de l’Épée de Bois, los espectáculos no tienen sentido si no penetran a los espectadores.
Es por ello que, desde su entrada en el teatro, se les invita a una inmersión inmediata en el universo del espectáculo: son acogidos en el vestíbulo por los actores ya maquillados; la música y la comida servida en el bar preparan la atmósfera del espectáculo.

A la salida de la representación, los actores entablan un diálogo con aquellos que lo desean para intercambiar sus sensaciones y críticas.

Ya sean extraídos del repertorio clásico o escritos por A. Díaz-Florián, los espectáculos de la Troupe testimonian todavía la voluntad de practicar un teatro militante profundamente comprometido con la sociedad y con la Historia que la refleja.
El Arquitecto y el Emperador de Asiria es un buen ejemplo de ello.